Redes Sociales

twitterfacebookgoogle pluslinkedinrss feedemail

3 jun 2013

Embrollos cristianos



Existen imágenes que son juzgadas conflictivas, ofensivas o heterodoxas, unas representaciones incómodas que pueden molestar, irritar o escandalizar a algunas personas, que a veces poseen poder para prohibirlas o confiscarlas. La censura icónica es la  consecuencia de la eficacia emocional de las imágenes, de su capacidad turbadora.

Las imágenes figurativas nacen de un compromiso inestable entre lo perceptivo y lo simbólico, entre lo óptico y lo cultural. (lo sensorial precede biológicamente a lo conceptual pues aprendemos antes a mirar que a leer).

En el seno de la Iglesia Católica, tras la controversia iconoclasta, la imagen religiosa se convirtió en una imagen autoritaria en el sentido civil y jurídico de auctoritas, de representación legítima del poder al que los fieles debían acatamiento. Pero pronto pudo comprobarse que para algunos artistas el tema religioso no era más que un pretexto para su experimentación formal o para cultivar el exhibicionismo erótico (caso de Salomé o Adán y Eva). Es decir, que a pesar de la severa vigilancia eclesiástica, algunos artistas inquietos o ingeniosos encontraron la forma de proponer formas y representaciones turbadoras o heterodoxas, a veces de modo sutil y subrepticio, que daba pie a inquietantes equívocos.

Como ejemplo paradigmático de invención artística que desemboca en una transgresión herética tenemos la secuencia fotográfica de cinco encuadres de la obra Santa Cena (Renée Cox, 2001):



 En ella los apóstoles son modelos negros y el lugar de Jesucristo estaba ocupado por una mujer desnuda. Esta obra provocó la protesta pública y la amenaza del entonces alcalde católico de Nueva York, Rudolph Giuliani.

Una de las estrategias más conocidas de la lucha de iglesia primitiva contra la heterodoxia iconográfica consistió en  asimilar y reconvertir muchos símbolos paganos, incorporándolos a su caudal icónico, investidos a veces con un nuevo sentido. Por citar un ejemplo, la iconografía de Abel llevando el cordero del sacrificio sobre los hombres, en quien se ha visto un precursor de Jesús como el Buen Pastor del arte paleocristiano, procede del dios pastor Hermes Krióforo (portador de carnero).

Un buen ejemplo de laboriosa invención iconográfica transcultural lo suministró las figuras de los ángeles y de los demonios, que no fueron sujetos exclusivos de la cultura cristiana. Los personajes alados abundaron en la mitología pagana (las alas de la Victoria de Samocracia o los cisnes de los celtas se convirtieron en las alas de los ángeles).

El caso del demonio fue muy distinto, y, siguiendo el principio metonímico que expresa lo físico por lo moral, fue casi siempre un personaje físicamente repugnable, salvo cuando adoptó disfraces engañadores, como cuando se  representó tentando a Cristo en el desierto vestido de fraile. El Satanás antropo-zoomorfo tradicional del arte cristiano (con pezuñas, rabo, alas de murciélago de ángel caído, etc) derivó de los monstruos paganos egipcios y persas, además de los lujuriosos sátiros griegos.

El demonio pasaría a estar investido, para los creyentes, de una turbadora ambigüedad que la ortodoxia se resistía a admitir. Entre los mejores ejemplos iconográficos de tan turbador atractivo figurarían los carteles del nacional-catolicismo franquista en contra de los bailes modernos, donde los jóvenes de ambos sexos aparecían bailando felizmente con el diablo:




La iconografía religiosa cristiana tuvo que plantearse, en diversas ocasiones, el problema de la representación del cuerpo desnudo, para ser fiel a las fuentes doctrinales, pero tratando de que su imagen no resultara ofensiva o fuese reprobada por las autoridades eclesiásticas.

El primer reto (o la primera invitación) para representar plásticamente el desnudo provino de la leyenda de Adán y Eva. Adán representaba, según la ortodoxia, el principio de la bisexualidad o de la androginia, porque de su cuerpo surgiría posteriormente Eva. Pero este origen plantea un problema para su representación, pues si Adán no nació de madre humana, debió carecer de cordón umbilical y, por lo tanto de ombligo. Son por tanto, licencias naturalistas.

Otro tema que permitía la efusión hedonista era la de Salomé, la hija de Herodías que bailó ante Herodes una danza lasciva y que pese a que la tradición pretende que bailó desnuda, ha visto su cuerpo cubierto en sus representaciones.

Salomé (1917) de Julio Romero de Torres

Finalmente, respecto al desnudo, fue representado desde la Edad Media sin que la Iglesia pudiera prohibirlo sin contradecir su doctrina.

 La fuente utilizada para la elaboración de este artículo ha sido el libro (en especial el capítulo IV) <<Patologías de la imagen>> de Roman Gubern ( Barcelona, Ed. Anagrama, 2004)

No hay comentarios:

Publicar un comentario